
Por esto se dirigió al museo, percatándose que aquellas obras con las cuales él gozaba, otros no la tomaban en cuenta.
Horrorizado, pero aún con la esperanza de tomar el control de su cabeza, decidió tomar cartas en el asunto. No podía concebir de forma alguna que su orientación haya sido descalibrada por algún imán cercano. No podía concebir que debía recalibrar su definición de lo estético.
Obviamente no iba a darles en el gusto al resto, admirando aquel arte del cual no disfrutaba. No!, esas obras son demasiado lindas, demasiado bellas, demasiado hermosas. Eso no es para él...
De esta forma su plan se completó al enrolarse en el ejército. Cuando iba marchando y al escuchar la orden firme y violenta, todos dieron vuelta a su izquierda, pero él giró a la derecha, dejando de manifiesto que todos están equivocados, menos él.
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