viernes, julio 18, 2008

Enrique V. Acto 4. Escena III


Este es el día de San Crispín.
El que sobreviva a este día y vuelva sano y salvo a su casa,
se izará sobre las puntas de los pies cuando se mencione esta fecha,
y se crecerá por encima de sí mismo al oír el nombre de San Crispín.
El que sobreviva a este día y llegue a la vejez,
cada año, en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos
y les dirá: "Mañana es San Crispín".
Entonces se subirá las mangas y, al mostrar sus cicatrices, dirá:
"Recibí estas heridas el día de San Crispín".
Los ancianos olvidan, pero incluso quien lo haya olvidado todo,
recordará aún las proezas que llevará a cabo hoy.
Y nuestros nombres serán para todos tan familiares
como los nombres de sus parientes,
y serán recordados con copas rebosantes de vino:
el rey Enrique, Bedford y Exeter, Warwick y Talbot,
Salisbury y Gloucester.
Esta historia la enseñará un buen hombre a su hijo,
y desde este día hasta el fin del mundo
la fiesta de San Crispín nunca llegará
sin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo,
el recuerdo de nuestro pequeño ejército,
de nuestro pequeño y feliz ejército, de nuestra banda de hermanos.
Porque quien vierta hoy su sangre conmigo será mi hermano;
por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición.
Y los caballeros que permanecen ahora en el lecho de Inglaterra,
se considerarán malditos por no estar aquí,
y será humillada su nobleza cuando escuchen hablar
a uno de los que haya combatido por nosotros
el día de San Crispín.


"(I)Vi (II)veni (III)veniversum (IV)vivus (V)vici"