lunes, noviembre 28, 2011

Personaje conoce al oráculo llamado lápiz


Nuestro personaje se estremeció al enterarse de aquella extraña creencia de que si alguien le toma una fotografía a otro, ésta roba parte de su personalidad o de su alma. Pensó que era la idea más absurda y superficial que a alguien se le haya ocurrido. La fotografía no tiene comunicación con nada, no se preocupa de conocer al objeto o la persona retratada, sólo imprime en un pedazo de plástico lo que está observando en ese momento (y si es que las condiciones son óptimas, es bastante caprichosa). No hay cariño, no hay dedicación. ¿Y de esa forma pretende robar un pedazo del alma? ¡No hay caso!
Así nuestro personaje se esmeró en encontrar algo que sí hiciera aquello de lo que hablaban de la fotografía. Afortunadamente encontró algo mejor.
Puede ser que no tenga la perfección de una fotografía, pero la carga emocional es grande. El oráculo llamado lápiz acaricia cada trazo y se va comunicando con el retrato. Se genera una conversación y un cierto "enamoramiento", se traspasan esperanzas, sentimientos que van configurando a la creatura que está por nacer. Y cada minuto extra de dedicación, logrará que aquel resultado tenga un significado aún mayor para quien lleva de la mano al oráculo llamado lápiz.
Nuestro personaje comprendió entonces que, no es que se le robe un pedazo del alma o de la personalidad a la persona retratada, sino que se permite un momento de dulce comunicación, ambas almas se abren para compartir un magnífico momento y, dependiendo de aquel momento, se verá reflejado en un resultado final. Un proceso más largo, pero un proceso que deja un gusto totalmente diferente, cargado de significados. Es una historia, una historia con trazos frágiles y trazos graves y duros que incluso incluyen un clímax y un desenlace.
Nuestro personaje comprendió que nadie le roba nada a nadie, sólo existe una cordial conversación.