Aparecen las sensaciones cuando vemos a las personas por primera vez. Todos tenemos un juego de llaves maestras, que nos abren puertas de ciertas personas y de otras no. Si la llave no funciona, inconsciente se frustra y nos produce una extraña pared de juicios. El instinto dice que algo no está bien.
Algunas veces se está en lo cierto, otras son sólo obstáculos que se originan porque los juicios nos ganan la partida, como mecanismo de autodefensa.
Estrategias, estrategias inconscientes. Lo mismo pasa al momento de buscar y encontrar una imagen real. Hay contacto visual y te transmite sensaciones. En este caso (y aunque el cliché mate este texto) es la imagen la que escoge a su creador. Debe formarse el complemento para que el lápiz finalmente dé a luz una obra cargada de buenos sentimientos.
Sólo así el diálogo que se forma al momento de la formación es relajante e interiorizante, un placer único. Es por eso que no se puede imponer la imagen real que hay que reproducir, porque los sentimientos son forzados, no son gratificantes, la magia desaparece. No son las personas las que mandan, son las imágenes, aquellas que captaron un pedazo de alma y un momento de nuestras vidas que jamás volveremos a tener.
Juicios, juicios.
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